Estoy impactada con la agresividad en la gente. De verdad que una ciudad tan grande, con tantas personas, tantos coches, contaminación, ruido vuelven loco hasta al más cuerdo. Hoy caminaba, en una más de mis misiones secretas, y me fijé, al cruzar la calle, que no viniera coche pasando una curva. Ojo: debes evitarlas pues los locos al volante no te ven. El caso es que hay lugares en donde no hay de otra y ése fue mi caso. Lo curioso es que yo ya iba a la mitad de la curva y un condenado viejito ¡hijo de su senecta madre! ¡casi me atropella! ¿Si él me está viendo que voy caminando y le doy la espalda ¡por qué no frena!? Les juro que pasaron por mi mente antiviolencia las mil y un maneras de matarlo pues lo hizo de mala leche... O al menos darle una golpiza o romperle el parabrisas o bajarlo del coche y aventarlo hasta el otro lado de la calle o... Pero nooo, ¡me controlé!... jajaja. Ni modo, tuve que dejarlo ir no sin antes gritarle que era un idiota. Chale, al menos le hubiera dicho ¡un par de las coloradas! En fin, un viejito más que seguramente alguien más, en algún otro momento, me hará el favor de ponerlo en su lugar... Y si no, ¡le echo a la Mata Viejitas! Jajajaja. ¡Viva la senectud! (¡pero pacífica!).
Condenado viejito te dedico ésta rola del primer disco de Amandititita...
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