(Tributo a Amy Winehouse, y lo que dice alguno de los dos lo pensó)
Nadie ha escuchado una historia de amor
tan grande como la del Ninja y la Geisha.
Su historia de amor comenzó sin que se dieran
cuenta, antes de conocerse.
Èl era un guerrero solitario escondido
entre las sombras, ella una bailarina acostumbrada
a la luz de los reflectores y la oscuridad
al terminar su parte. El silencio del escenario
la acompañaba después de cada función.
Penetraba a un abismo de silencio, un abismo
de soledad, misma que acompañaba a su guerrero cada
noche.
Ella se miraba al espejo mientras se desmaquillaba
de la pálida máscara que protegía su soledad.
Erosionaba el rojo lipstick de sus labios tímidos.
Mientras, el ninja destapaba su rostro humedecido por
las gotas de sudor, sus únicas compañeras de dolor.
Una noche, tras las sombras coincidieron.
Èl la admiraba silencioso, ella cegada por la luz.
Nunca lo vio esa noche, sin embargo gozó con
las que compartieron meses después.
La historia tuvo un trágico fin, pues sus noches de
amor y caricias perecieron. Arrebatadas por un trágico
pasado.
Ahora las noches que compartieron en el recuerdo
quedaron...
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