August 25, 2011

EL ÁNGEL TERRENAL, FINAL...

Yacía en la tierra húmeda boca abajo. Era de noche, la luna atravesaba entre las hojas formando un círculo tenue alrededor del ángel. El aire apenas y mecía sus suaves plumas blancas manchadas de lodo.
Se encontraba herido. Sangraba profusamente y la vida se le escapaba de las manos y de sus pulmones. Cada vez le costaba más aguantar el dolor al ensanchar su tórax.
Una bala. Una bala penetró su corazón y perforó una de sus hermosas alas.
Cabalgando en el bosque, un jinete vio el claro de luna y una figura, blanca, etérea, hermosa. Como una visión mágica.
Inmediatamente disminuyó el paso de su fuerte caballo, y sigilosamente se acercó. Los árboles parecía que crecían mientras se acercaba, al igual que las hojas y mejoraba su visión sobre el cuerpo que yacía en la tierra.
A una corta distancia vio que era un ser, sin pensarlo bajó sus piernas por un estribo y corrió al lugar, agachándose de inmediato.
Con mucho cuidado y ternura tomó al ángel y lo levantó poco a poco, girándolo para que sus ojos miraran el cielo. Con este movimiento, el ángel gimió y le escurrieron perlas transparentes sobre sus mejillas.
Sin hablar, el jinete hizo un pacto con el ángel. Prometió en su corazón y para sí mismo, salvarlo. 
Su caballo comprendió el dolor y el silencio que detuvo el tiempo para que llegara el jinete justo en ese momento. Se inclinó en cuatro patas, y el jinete acomodó al ángel frente a él, cubriéndolo con su capa transparente de amor.
Así, se lo llevó a su guarida en el bosque. 
Lo alimentó, lo bañó, lo curó hasta que el ángel pudo mantenerse en pie. 
Sin hablar, un día el jinete pensó que el ángel debía emprender su camino, a pesar de su dolor, le mostró la puerta. El ángel inmediatamente comprendió que era el tiempo. 
Sin tocarse, sólo se miraron por varios segundos. El ángel expresó, a través de sus pensamientos, el amor y agradecimiento a ese jinete. Cruzó el umbral y se dirigió hacia el bosque. 
Lo primero que recibió fue el rayo cálido de sol que lo abrazó inmediatamente, el viento sopló meciendo tiernamente su largo cabello dorado. Sin mirar atrás, el jinete cerró la puerta. 
El ángel supo en ese instante, que quien lo había salvado no era un simple jinete, era un ángel igual que él.

Amén...

No comments:

Post a Comment